DIÁLOGOS CON LA FUENTE DE ABAJO. ( * )
Nos queremos, fuente de Abajo, y en ti y en mí lo noto, cuando me acerco a tu milenaria roca, tu morada, de la que incansable fluyes humilde y sin quitar protagonismo a nadie. iMira que tienes años... ! Y muchísimos más que tu agua pura, riquísima, al decir de los bezanos, reventó la dura roca que la aprisionaba y se lanzó saltarina, alegre y cuesta abajo, a unirse con esa otra del viejo regajo. Y fue cuando los abuelos te hicieron esa capilla, para guardarte cariñosamente, que fue receptorio de romerías. ¿Cómo, que te ruborizas, fuente de Abajo ... ? Pues no son lisonjas no, mis palabras. Que hasta el más humilde de los bezanos es depositario de cuanto le diste y le sigues dando y te paga con caricias en sus visitas, y alaban tus bondades, y tu recato, ahí escondida en esa gruta manantial de vida, derramando a chorro, o gota a gota ese caudal de tus entrañas. ¿y cómo sigues triste después de tanto ... ? Pues no lo estés más, que ya es hora; orgullosa si acaso. Que después de tan larguísima andadura en el tiempo, en que a tus pies has tenido a todo el barrio de Abajo, tan sólo cuando el ajetreo infernal de la vida, los mismos hombres decidieron atraerte hasta ellos, para que no estuvieras más sola, estrecharon más el abrazo y te llevaron consigo a ese otro templo que para el agua hicieron. Pero ya ves que respetaron tu capilla, para que respires y tomes aliento, antes de emprender el sendero del nuevo destino. Ya sonríes, bien lo noto. ¿Recuerdas historias que se pierden en los tiempos... ? Y tú siempre ahí, día y noche, dando tu aliento generoso; aliviando las necesidades sin descanso, dando agua purificadora, remedio y bálsamo que a tomar acudían en larga procesión sedientos y necesitados. Ni la fuente de Arriba pudo contigo, que ¡ay... !, apenas las dos podíais con toda numerosa y abundante prole. Así que, no te quejes, ni suspires, ni llores; sonríe, sigue animando el juego. ¿Orgullosa al fin, dices ... ? Pues claro. Que es historia limpia, inmaculada, que no pueden olvidar quienes tantas veces encontraron saciadas la sed de boca, las necesidades del alma; quienes rozaron tu reluciente caño, que guardan para ti sólo piropos, halagos, querida fuente de Abajo, testigo fiel de disputas, y arrumacos, y más de una firme promesa que se llevó el viento; y más de un sofoco, y lloros, y llantos. Vienen recuerdos cuando nos acercamos a contemplarte, a oír con gozo el gorjeo de tu chorro cuando escapa del férreo abrazo de la roca y se precipita alegre, con su musiquilla cantarina, sempiterna, sobre tu sagrado lecho. ¿Recuerdos que no puedes olvidar. ..? Sí, claro, y algunos ya olvidados. Que por mucho que te metieras en nuestros cuerpos, como frágil materia volabas, y sólo pudiste retener un poco. Yo te digo que ante tus ojos, desgrané inmaculados sueños, atrevidos y osados no tantos, en alegre baraúnda cuando de niños y juventud un tanto alborotada, y hasta algo en celosa. a veces, que irrumpíamos en tus dominios ajetreos cotidianos. Tú, madraza inmaculada, seguro que guardas como tesoro el sollozo del niño que ahí mecían con cariño, o cuando con cariño suavemente azotado. Confesiones de cuando mozas lozanas, de cuando madres lavando trapos, restañando o reviviendo alegrías y penas, blanqueando sudarios, y que luego dabas vida y lozanía a los pensares humanos, y esplendor y encanto a los huertecillos donde enterrabas tu sabiduría con humildad. ¿Pero otra vez triste y llorando, fuente de Abajo...? Pues será de dolor o de alegría que te traen esos recuerdos, o tal vez nuestra presencia de vez en cuando. Hagamos intentos con los silencios, ahí cara a cara, ante la hornacina que es tu faz, roca dura por la eternidad, donde los abuelos dejaron con amor sus huellas de gigantes. ¿Qué ha de ser de ti, me preguntas...? No ocurrirá nada, que los caminos ya estaban marcados y el tiempo no ha de borrar el recuerdo de cuando las penurias, en que preciso era vivir idilios fraternos, elevando a ritos la cordialidad y el afecto. Hoy, sobre los toscos poyos, donde crecen las hierbas montaraces; a la sombra de acacias asilvestradas por los olvidos y el mal trato, de púas dolorosas y agresivas, aún gusta sentarse a recordar, a escudriñar en el pasado, pensando epitafios que poner a tantas cosas. Hay un camino decrépito y sinuoso, que tanto hallamos yendo a tu encuentro en pos de vida, y donde más de una promesa se rompió, y más de un cántaro, que ha creado muro entre ti y el barrio de Abajo, que ha de ser dignificado nuevamente y será otra vez sendero de romeros que acudan al frescor de tu seno. Y los hombres pondrán ahí un nuevo caño. Que como a la fuente de Arriba, algo harán por ti los hombres, fuente de Abajo, donde poder dar alas a la esperanza, donde ir a descansar, a ir soñando. Julián Sánchez ( * ) Publicado en el Diario de Teruel, el 31 de enero de 1999 |