Fiestas 2011

DIÁLOGOS CON LA FUENTE DE ARRIBA.

 

Naces en las Peñas de la Fuente y allí queda lo poco que de ti dejaron. Allá arriba humilde, a los pies de este verde monte, mole de gigantesco camello, que más parece pecho opulento y generoso, que nos tapa el horizonte.

¿Que te ruborizas de oírme, dices...?

Pues tú sabes bien que es símil real, que de sus profundas entrañas sale en delicioso manantial de vida, que durante tantos años tú la diste a los bezanos del barrio de Arriba, y hasta a los del barrio de Abajo, que en sus pequeñas  y grandes necesidades a ti acudían, en el día y en la noche, a todas horas, fuente de Arriba, a la busca de este líquido de vida que tú les dabas.

¿Que te pones triste ahora dices...?

No, pues mira tú no morirás jamás, que siempre quedará algún pecho agradecido. Que si te quitaron ese tenue y verificador hilillo de la vida, en el recuerdo ya quedaste para siempre, y si la generosidad no está del todo perdida, hace que de vez en cuando llegue a ti el preciado tesoro, aunque sobrante, si, ya lo sé, de esos panzudos y patriarcales almacenes que hicieron los hombres, arriba en lo alto del Calvario, para otorgarte a ti el descanso, para rendirte tributo de vez en cuando.

Que ya sonríes, lo noto, y palideces también. Que piensas en los tiempos pasados, cuando tú, con la fuente de Abajo, fuiste soporte de vida; siempre incansables, dando a borbotones vida, hasta el débil y tenue hilillo. Y hubo veces, muchas, que os vimos gota a gota desangrando, llorando por no poder dar más.

¿Que te sientes orgullosa...?

Pues claro. Que es deber, justo, que tantos que bebimos de tu boca, tengamos para ti, querida fuente de Arriba, los mejores piropos, los halagos. Con frecuencia, que tú ya lo ves, y en esta tu venerada ancianidad, en que tantas veces te gana el merecido sopor, no dejamos de acercarnos de tu vieja pila a contemplarnos en tu espejo, como antaño. Pues, no, no suspires de pena, no te arreboles por lo que fuiste.

¿Que guardas como tesoro el recuerdo y no puedes olvidar....? Ya lo sé. Y bien conoces tú, que si mis experiencias y juegos, los aconteceres, estaban más en esa fuente de Abajo, también a ti acudía, y aquí, en tu mismo regazo, apoyado a tu caño enérgico o arrullado con tu frágil gotear cuando la abundancia no era tanta, construí más de un pensamiento de juventud, conjuré pecadillos de aquellos, poca cosa, por cierto.

¿Otra vez lloras fuente de Arriba...?

Dime si es de dolor o alegría, o no me lo digas, que ya lo sé; recuerdos no faltan, déjame pensarlos y así no profanaré tus confesiones y palabras. Piensa si no es dicha recordar ahora, a nuestros tantos años, que ya casi podemos, las profesiones como rituales a tu encuentro. Esa romería ansiosa de llegar a ti a saciar su necesidad y su sed, tan fingida a veces; y a contarte confidencias, a refrescar sofocos, a compartir más e una pena; sabiendo que a tu lado se desgranaban margaritas y cuentas de rosario del pensamiento, por apetitos sin saciar, y saciados por aflicciones y penas, planes que se componían o planes que se rompían, con la facilidad que se rompía el cántaro.

¿Que será de ti dices...?

Bien sabes tú, querida fuente de Arriba que no ha de llegar a nuestras mentes el olvido; que cuantas veces pasemos a tu lado, a ti volveremos la mirada, y el pensamiento retrocederá entonces veloz en el tiempo, irá rebuscando entre el amasijo de recuerdos y buscará el mejor donde posarse, aquel descansando a la sombra de tu vieja acacia; el que, apoyada la mano, que aprieta a otra, en tu lúcido caño, cuando la promesa aquella, o el otro, cuando la alegría, o la pena, nos hizo volver a casa, recorriendo el camino que sabía a poco, que se hacía eterno, mecidos entre promesas y sueños, expresivas sonrisas, o decepciones y penas que apenas se podían reprimir, por la noticia dada ante ti como único testigo.

Julián Sánchez