Desde Campillo partimos
hacia Bezas, tomando el desvío de Rubiales, éste será el punto de
inflexión pues ahí ya entramos en el pinar de rodeno.
A cosa de dos kilómetros, tenemos a la izquierda la laguna de Rubiales,
un poco más adelante, estará el desvío que tomaremos a la derecha para
adentrarnos en los pinares de Bezas. Especialmente favorable es el
ecosistema de estos montes para que prolifere una gran riqueza
micológica. Podemos encontrar una gran variedad de hongos, setas,
rebollones, o "mizclos", -como se conocen en la zona-, un verdadero
paraíso para los amantes de esta disciplina.
Tendremos que conducir unos cuantos kilómetros alternando el monte de
pino rodeno con algún sabinar que a derecha e izquierda se intercalan;
enebros y estepas serán así mismo, inseparables. Bajado un pequeño
repecho, sale un camino a la derecha en el que se nos anuncia la Laguna,
sin dejarlo alcanzamos las casas de los laguneros y el paisaje
paradisíaco de la Laguna del Infante, que es como se le conocía antaño.
Recorrer todo este paraje; un buen paseo seguramente nos dejará un
recuerdo inolvidable, debemos dejar que nuestros sentidos se empapen del
entorno, que la vista, el oído y el olfato trabajen al máximo por un
instante para guardar tal momento en nuestro interior.
Nuestro siguiente objetivo es el mejor mirador del rodeno; Peña la Cruz,
también conocida antaño como Peña Botadera; para ello, alcanzada y
rebasada la Laguna, tomaremos el carril que nos sale a la izquierda
ascendiendo hasta llegar al Saltillo, donde el carril se encuentra con
la pista que viene de Tormón. Lo seguimos a la derecha hasta el cruce
del Corral Quemao y ahí, a la izquierda. Al final del mismo, alcanzamos
la cima de 1538 m. de altitud. El entorno verde oscuro contrasta con el
rojizo de la piedra de rodeno que se mezclan incesantemente en formas
cada vez mas caprichosas. Los nidos de ametralladoras, antiguos
vestigios de la pasada guerra civil, nos acompañan en la ascensión.
Con un breve paseo subimos los escalones que nos separan del alto y
desde ahí comprobaremos como ha valido la pena el esfuerzo. Podremos
tener una panorámica global del Paraje Protegido del Rodeno y zonas
circundantes.
Desandamos el camino hasta el cruce, a la izquierda continuamos por la
pista hasta dar con la carretera comarcal A-1513. Enfrente tenemos la
antigua Casa Forestal, a la izquierda, a cosa de un kilómetro llegaremos
a Fuente Buena, parada obligada para contemplar el paisaje y saciar la
sed. Dispone de merendero, zonas de aparcamiento y de juegos para los
más pequeños. El nacimiento de agua lo encontraremos siempre con una
frescura excepcional.
Volvemos a la Casa Forestal de Dornaque convertida ahora en el Centro de
Interpretación de los Pinares del Rodeno (C.I.P.R), su visita nos
ayudará a conocer mejor el entorno, su ecosistema y el antiguo oficio
del resinado.
La mañana ha sido intensa y es hora reponer fuerzas por lo que nos
dirigimos a La Hostería Las Majadillas de Bezas, antiguo molino de
harina del que se ha conservado su estructura externa, su cocina es
excelente
(ver en servicios información sobre el mismo), no sin antes ver
tal vez, la mejor expresión del rodeno. A unos dos kilómetros de Bezas,
a la izquierda de la carretera, pararemos en la explanada para
contemplar una fantasía de pinos y rocas; grandes peñascos de rodeno con
formas caprichosas invadidos por los pinos en sorprendente equilibrio,
son Las Tajadas; inmerso en el Paraje Protegido del Rodeno.
Tajada Bajera, Tajada Enmedio y Peña del Hierro. Las vistas panorámicas
impresionantes se unen a los vestigios de sus antiguos moradores,
las pinturas rupestres.
BEZAS no conserva el arcaísmo de otros pueblos de la sierra, daremos un
breve paseo después de comer para visitar el hortal, la iglesia, la
plaza, los lavaderos y las eras; con más tiempo descubriríamos otros
muchos rincones interesantes y nos acercaríamos a Los Callejones,
verdadero parque natural. Su entorno, más que el propio núcleo urbano,
hace que volvamos a coger el vehículo y por la pista de Covatorres,
-preguntar a cualquier lugareño-, salgamos hacia Albarracín.
No debemos olvidarnos de hacer acopio en la panadería de sus productos,
verdaderas delicias artesanales; barras, redondos, cañadas o tortas.
En el horizonte tenemos la Sierra Carbonera, que con una altitud de 1537
m. es otro punto ideal para contemplar el Rodeno. El acceso con vehículo
se encuentra a unos dos kilómetros del cruce dirección Gea.
Unos cuatro kilómetros antes de llegar a Albarracín en el paraje
conocido como "Cocinilla del Obispo" se hallan los impresionantes
abrigos de El Prado del Navazo y Doña Clotilde, entre otros; podremos
contemplar algunas de las representaciones más significativas del arte
rupestre levantino.
Dejamos el pinar para avistar la siempre impresionante panorámica de
Albarracín, de sus tres accesos, Gea, Tramacastilla y Bezas, éste es el
más espectacular, el más fascinante. Su visita nos invitará a volver.
Bañados sus pies por el Guadalaviar, serpenteando entre grandes peñascos
en equilibrio y algún antiguo puente romano cruzando sus aguas, se alzan
en la ladera las edificaciones rojizas y pardas con sus empinadas
murallas del siglo XIV. Los recorridos por el casco antiguo nos
remontarán a la época medieval, los empedrados, las casas colgantes y en
sorprendente equilibrio, los tejados de las calles sinuosas y de pasmosa
estrechez besándose y cerrando el paso del sol, el Portal de Molina y su
muralla, la plaza Mayor y la calle de los Azagra, son algunas de las
sorprendentes visiones que nos esperan. La riqueza artística no es
menor, conserva siete iglesias incluida su catedral. Podemos destacar el
retablo de San Pedro atribuido a Gabriel Joly y el tesoro catedralicio
conservado en la sala capitular donde, tapices flamencos, cálices y
otras piezas de singular interés completan la colección. Todo ello hace
que se necesite no una tarde, sino varios días para poder disfrutar de
tanta belleza.
Entre tanto recorrido, no estará de más pasarse por uno de los más
antiguos molinos de Albarracín, hoy convertido en Café-Galería, el
molino del Gato, en el puente de camino a Bezas que cruza el Guadalaviar;
para disfrutar de un buen merecido descanso en un lugar que respira al
igual que el resto de la ciudad historia en todos sus rincones,
disfrutando al mismo tiempo de la manifestación artística de turno.
Otra buena recomendación para terminar la jornada será el degustar
alguno de los platos típicos de la zona en el Mesón del Gallo; sopas de
ajo, migas, conejo escabechado o surtido de matanza. Si queremos
simplemente disfrutar de una cena donde la calidad y precio sea la
tónica, el Restaurante El Asador en la salida hacia Gea, será una buena
elección.
El regreso a Teruel lo hacemos por Gea, lugar de moriscos que alcanzaron
poderío económico y político, segundo pueblo en importancia de la
comarca, a mediados del siglo XIX comenzaría su decadencia. Subsisten
tres iglesias, una parroquial, dos conventuales y dos ermitas, su
barroquismo exuberante bien vale un alto en el camino.
y... si hemos decidido terminar el recorrido en este pueblo, en el
Bar-Restaurante de Los Herreros, podremos cenar estupendamente. El trato
familiar y el buen precio lo hace aconsejable. |