Hace varios años que
intento recopilar ciertas palabras que de pequeña, antes de salir
del pueblo, me parecían de dominio público y conocimiento general,
pero que a lo largo del tiempo me fui dando cuenta que eran
desconocidas para la mayoría de la gente con quien trataba. Muchas
no las encontraba ni en el diccionario.
A menudo, palabras como
sagato, tan familiar para nosotros, no la conocía nadie; y
qué decir de otras como arguellar, o lo contrario, que es
esporrinar. Y quincalla, espero que sobre todo las chicas
de entonces, se acuerden de nuestro quincallero particular: el tío
Ventura, vendedor ambulante, que con sus cajas de madera al hombro
recorría las calles del pueblo; él nos proporcionaba las madejas de
hilos de colores para bordar. Pues bien, la primera reacción que yo
tuve, fue, tratar de evitarlas, por temor de incurrir en
incorrección. ¿Serían barbarismos locales o pueblerinos?
A los que llegamos un
día a la ciudad ya se nos había planteado aquella cuestión: “Se
impone un refinamiento”, que asumimos rápidamente. Lo propio fue ir
dejando de lado el habla peculiar con el que habíamos crecido, lo
que no fue difícil porque era como despojarse de la vieja ropa, y
estrenar vestido a las fiestas. Lo siguiente seria olvidarlo, pues
como sabemos si no se practica, la lengua, como todo, se pierde.
Tuvo que pasar mucho
tiempo hasta caer en una nueva fase, la del placer de explicar a
todo el que mostrara interés en ello, la riqueza de nuestro
vocabulario. La manera de hacerlo fue incluir en la conversación
habitual, vocablos cuyo significado debía traducir, forzosamente.
Alguno de esos contertulios insistió en animarme a enfrentar este
reto, que acepté finalmente, aunque con el lógico temor frente a la
página en blanco.
Afortunadamente
también, con una gran ilusión por dar a conocer a quien no lo sepa,
y recordar a todos aquellos que lo han olvidado principalmente para
que en algún sitio quede memoria, escrita sobre todo. Y qué mejor
garantía de difusión y permanencia que este que nos ha aportado la
tecnología moderna.
Los inicios: papel y
lápiz y a escarbar en la memoria. La relación se fue haciendo cada
vez más extensa, aumentando visiblemente durante mis frecuentes
visitas a nuestro pueblo.
Después, había que
completar la lista, elaborando las definiciones, sin las cuales de
poco habría servido; y no resultó tarea fácil, es curioso, adjudicar
significado a palabras tan conocidas, pero de las que no se espera
que nos pidan explicaciones; quisieron resistirse pero al fin
claudicaron. Y mejor o peor, en cuyo caso pido disculpas, ahí están.
Agradezco a Alex
Grijelmo, doctor en materia de Lengua y Gramática; en él se ha
inspirado el título de este trabajo. Y a su espacio radiofónico de
las Palabras Moribundas, en el que han ido apareciendo vocablos como
badil ó jícara; la primera de uso cotidiano, y no
tanto la segunda, pero es porque en su función, ha sido sustituida
por los modernos vasos o tazas. Recuerdo mi respuesta para aquella
ocasión: “en mi casa aún conservamos una cesta llena de
jícaras, tacitas que antiguamente se empleaban para servir el
chocolate en las bodas “.
Otra muestra de
gratitud hacia José Manuel Vilar Pacheco, al que también felicito,
por su tesis sobre el Léxico de la Sierra de Albarracín, editado
recientemente por el Centro de Estudios de la Comunidad, que por
cierto, hacen un trabajo estupendo con sus publicaciones. Es un
Tratado muy interesante, y en su capítulo sobre el vocabulario
coincidimos en muchas palabras, lo que me produjo una gran alegría;
fue emocionante verlas escritas en un libro de verdad.
He tenido la ventaja de que él se me haya adelantado en el intento
de divulgación de esta cultura, dándome así la oportunidad de
reconocer algunas palabras que yo no había conseguido recordar, como
ajosa, que es la torta de harina, de la que no he oído mención
en más de cuarenta años.
Me he limitado a
reseñar las utilizadas en Bezas; estoy segura de que no están todas
las que son, pero sí de que son todas las que están. Ignoro si esas
son conocidas en la Sierra, en la provincia, o en Aragón, pero yo he
comprobado que la gran mayoría, no son conocidas, sobre todo fuera
de nuestra Comunidad.
Como en otras ocasiones
solicito la colaboración de todo aquél que advierta la ausencia de
algún vocablo cuya presencia considere necesaria en este modesto
compendio. Lo ideal sería que entre todos lleguemos a completarlo
para poder decir así, con propiedad que “están todos los que son”.
Emilia Tarín García
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